Aprovechando el inicio de la semana de descanso por las festividades religiosas, partía el bus del terminal de transportes en la tarde del lunes 14 de Abril. Paralelamente se iniciaba el mismo recorrido sobre tres caballitos de acero (burras, ciclas, etc.) con sus respectivos jinetes. Sin inconvenientes se esperaba llegar sobre el atardecer y claro, nos gustaría decir que así fue, pero que sería del viaje sin sus peculiaridades, sus imprevistos y sus rastros, aún los más ínfimos.
Una vez desplegada la fortuna en cada recorrido (El caballito cojo y el bus sin aliento), nos encontramos a tocar, cantar y danzar a la gran y blanca luna llena, en la plaza central del pueblo de Nemocón. Allí nos sentimos bien recibidos por la gente y por la tierra, así como por el corazón del cielo que abría sus nubes al paso de la luz de la luna. Sea dicho que este ‘sentir’, es lo que se entiende a partir del dialogo que se genera al entrar en el territorio y que se desarrolla con todo su esplendor en el momento de la interpretación de melodías en los sikus.
Sin acomodarnos y con mayor compañía retomamos el sendero. A escasos pasos de la Tatacoita, bajamos del camión que nos acercó y nos preparamos para la noche. La impresión del territorio es que no se trata realmente de un desierto (como es conocido), no hay dunas ni tierras áridas como podría suponerse, en cambio hay pasto y algunos árboles de manera dispersa. Más bien es una tierra erosionada por los procesos que ha cumplido, su crecimiento y ahora su proximidad a la muerte, tal vez natural, tal vez con un poco de ayuda de la intervención de nuestra mano. Difícil saberlo.
Iniciamos buscando donde acampar, nos encontramos una laguna pequeña donde algunas aves cantaban por momentos, pusimos el fuego, las ofrendas, las palabras y el compartir de alimentos. También hubo el momento de sacar a trotar el caballito de acero. Bajo la claridad de la noche y sin dificultad, más con incertidumbre, toparse con el hermano caminante que en compañía de una pequeña e inofensiva serpiente, llegaba por el camino correcto pero ante la duda, ya emprendía el retorno a una nueva búsqueda.
Todo se dio de buena manera, según los modos (extraños) de estos calendarios y geografías. Llegamos al éxtasis de este encuentro con la serenidad restaurada, la alegría completa y la celebración de la que nombrar, o querer dar forma en palabra a su magia sería hacerla cautiva, extinguirla de la memoria y condenarla al olvido en la enajenación.
Ello no se puede expresar con palabras, inútil sería extenderse en vano. Así que solo va un toque, una muestra y unas imágenes que pueden reconstruir y deconstruir la memoria para darle libre vuelo a la imaginación, si se quiere.
Solo fue una noche o quizás no, como tener certeza. Todo terminaba o tal vez iniciaba al salir el sol. Algunos partimos, algunos permanecimos un poco más, pero el momento… no tiene comienzo ni final, tal vez se haga eterno en sus sombras.
A La Memoria
Dos cosas para ayudarles a reconstruirlo, pensarlo, sentirlo y quien sabe, tal vez más adelante a vivirlo, acompañandonos cuando se repita y no. Es decir, son cuatro eclipses ¿no?, apenas va el primero. La primera un regalo de la inspiración del momento (tal vez con aires de poesía) y la segunda, las fotos que algunos instantes capturaron.
De Negro a Azul Ⓒ
‘Noche de luna llena
sombras de sangre refleja,
oscura se muestra la tierra
cuando a su sombra se deja.
Fría, nublada, silenciosa.
La gente se torna ruidosa.
En la montaña, junto a la laguna
tiembla el árbol al son del viento
escurre el recuerdo de la luna
rojo y espeso; del sueño despierto.
Es el ancestro quien me recordaba
las luchas que ya olvidaba.
Luna ilumina ya el sendero,
tierra decorre la tiniebla,
canta el ave sonido mañanero,
siente el silencio, ahora habla.
Surge del alba el lucero
coraza que protege al guerrero.’
Ⓒ Su servidor, el Fénix que también es Quetzal.
En memoria a Juan de Castellanos y los sometidos.
Galería de fotos
- Plaza de Nemocón
- Lunada.
- Cena al fuego.
- Junto al fuego.
- Pellar teruteru “Vanellus chilensis”
- Galería fases del eclipse, por UAN.
SIKUS DE TEUSAKA
Tejiendo música de la montaña.